Sembrando futuro en la antigua Selva de Doramas.

Tawada Chinija volvió a congregarse para reforestar, poniendo nuestra modesta, pero ilusionada aportación, esta vez, en la recuperación de la mítica Selva de Doramas. Bajo una incesante y maravillosa lluvia que nos acompañó toda la jornada, chinij@s y adult@s plantamos, en una finca particular de un amigo del Colectivo Tawada en el entorno del Barranco del Laurel (desbrozada de zarzas recientemente), decenas de fayas y follaos, así como unos pocos dragos en una zona de solana.

Al respecto de aquella Selva mítica que soñamos con recuperar, decía Viera y Clavijo a finales del S. XVIII, lo siguiente:

(…) Está situada esta célebre montaña de Doramas, llamada vulgarmente de Oramas, en el término de Teror, distante poco más de cuatro leguas de la ciudad de Las Palmas. Su extensión es de casi seis millas. Muéstrase allí la naturaleza en toda su simplicidad, pero nunca tan rica, tan risueña ni tan agradable. Ésta parece su obra más exquisita por la diversidad y espesura de árboles robustos siempre verdes, descollados, rectos, fértiles y frondosos. Jamás ha penetrado el sol el laberinto de sus ramas ni las yedras, hibalveras y zarzas se han desprendido de sus troncos. La gran copia de aguas claras y sumamente frías que en arroyos muy caudalosos cortan y bañan el terreno por diferentes parajes, especialemente en las que dicen Madres de Moya, conservan un suelo siempre entapizado de yerbas medicinales y olorosas. El canto de los pájaros y el continuado vuelo de las aves que allí habitan en infinitas tropas dan un aspecto delicioso a toda la selva. Entre en ella una imaginación poética y se verán por todas partes náyades, dríades, etc. Los paseos dilatados y planos parecen un esmero del arte y agradan más porque no lo son. Hay un sitio que los paisanos llaman La Catedral, que a la verdad representa una gran pieza de arquitectura, decorada de columnas, arcos y bóvedas. Finalmente, toda esta montaña tiene bellos lejos y puntos de perspectiva; y si los bosques afortunados de Los Campos Elíseos no tuvieron en nuestras islas su asiento, esta montaña es una buena prueba de que le debieron tener.(…)
 

-Viera y Clavijo, José: «Historia de Canarias», Volúmen I, página 203; Ediciones Goya; Santa Cruz de Tenerife, 1982.








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